Tiempo hace que no escribo. La dinámica diaria y el tiempo para mi provocan que utilice mucho el "ya lo haré". Pero bueno me comprometí a escribir las aventurillas y ahí va.
El último gran viaje que hice no fue espectacular, fue lo siguiente. El objetivo del viaje era ir a ver ballenas a Baja California Sur, al norte de México. Es cierto que el primer día fue un poco desastre y no pudimos hacer muchas cosas. Bueno no sólo el primer día. Tuvimos más de un contratiempo durante los tres días que disfrutamos de la península. Pero este tema no es el importante.
Ya la segunda jornada tuvimos la oportunidad de contratar unas lanchas e ir en busca de las ballenas, ballenas que ya habíamos visto en Puerto Vallarta. Pero esto era algo distinto. Aquello parecía la M-30 en hora punta. Mirabas la costa y veías constantemente ballenas por todos lados. Parecía una autopista. Los chorros de agua saliendo cual geiser. Mirabas la costa y, al menos, contabas seis o siete en cada ocasión. Espectacular.
Una vez te montas en la lancha descubres lo fascinante que es estar cerca de las ballenas cuando salen a respirar, mueven la aleta, ves su estela... y no sólo eso, la tensión de esperar, cuando se sumerge, a que vuelva a salir.
Pero en esta ocasión lo más espectacular no fueron las ballenas, fueron los delfines. Siguiendo las ballenas encontramos unos 200 delfines nadando. Saltaban, nadaban, se acercaban a la barca. Un momento increíble. Los delfines daban brincos, volteretas una locura (si se me permite la expresión). En ese momento mi compañero de piso y yo nos pusimos las gafas de buceo y nos lanzamos al agua. Los delfines nos pasaban por debajo, y cerca de nosotros. Una sensación inexplicable y no sólo el la imagen. El concierto de los delfines era simplemente... no se como decirlo, increíble. Un momento que no puedo borrar de mi mente y tampoco tengo palabras para explicar.
Con la euforia del momento casi no hice fotos, lo siento, pero ese momento queda grabado en mi mente.
La segunda parte del viaje, también inigualable, la contaré en mi siguiente entrada.
Que paséis un buen día.
Reflexión final:
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo .
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
Miguel Hernández